No hay nadie despierto. Mi pequeño duerme en la cama tranquilo. Suspira en silencio. Descansa. Muchas veces me pregunto como será cuando sea grande ¿Sonreirá como lo hace ahora? ¿dormirá tranquilo? No lo sé. Es difícil saber, pensar en ese futuro incierto que la vida nos depara. Buscar y encontrar el camino, algunas veces a ciegas, otras veces lleno de luz.
Es difícil pensar. Mientras estoy recostado en la hamaca puedo escuchar ese murmullo nocturno, lleno de silencio y susurros y cantos de grillos allá afuera.
Es silencio, todo es silencio.
Poco a poco la vida se agota, he llenado mi mente como un costal de recuerdos. Algunos los he extraviado en el fondo. Los más preciados de ellos. A veces quisiera encontrar la inocencia de niño que llevaba conmigo, aquellos sueños felices.
Sí pequeño, es difícil de explicar.
A veces siento una incertidumbre sobre la vida que no puedo contar. Pero vive y sonríe pequeño, son solo eso, preocupaciones que como las tormentas se irán.
Sabes cuando era niño me encantaba jugar con el agua, brincar y caminar sobre ella. Brillaba y estaba llena de sol.
En diciembre veníamos a Yucatán de vacaciones y me encantaba escuchar como hoy ese silencio nocturno, mirar el techo y escuchar como poco a poco la noche se iba. Silencio, todo era silencio. A veces un pequeño ruido en el rincón y por las mañanas pequeños halos de luz y el canto del gallo.
Al levantarme podía sentir ese olor a tierra, a hojas y a frio que la vida despierta.
Al entrar a la casa el humo de leña llenaba el hogar. La abuela desde muy temprano preparaba el desayuno. Había que sentarse sobre un pequeño banquillo y comer en una pequeña mesita. Es difícil explicar el sabor del café o chocolate caliente en una jícara o el sabor de un taco de huevo con manteca y tortilla recién hecha.
Centinela y el güero meneaban la cola y jugaban conmigo…
Es difícil explicar a veces los recuerdos de niño, ahora todo eso se ha ido Pequeño, se ha ido.